El fútbol vive en Nápoles

Estándar

Carles Senso, Nápoles

Publicado en Superdeporte el 26 de marzo de 2024.

El Vesubio no mira silente, avisa amenazante: “Vive al día”, parece gritar desde las alturas. El napolitano lo sabe y lo practica. No hay ciudad y sociedad similar en el mundo, tampoco en Italia. Nápoles es otra cosa. Esa cosa (tangible tantas veces, etérea a menudo) que enamoró a Maradona, en un idilio que continúa hoy, después de muerto, convertido en deidad. El Pelusa vive en Napule. 

“Quiero ser el ídolo de los niños pobres de Nápoles porque ellos son como yo de chiquito en Villa Fiorito”. Habla D10S justo después de fichar por el equipo sureño. Intenta tranquilizar a los suyos, darle sentido a su salto desde la élite a la incertidumbre. Se sigue sintiendo uno scugnizzo (un niño de la calle) y quiere redención y venganza. Redención por su paso frustrado por el Barça, venganza de los pobres contra los ricos. Ningún equipo del sur había ganado el Calcio en 80 años. Stann’ cazz’ e cucchiar. Carne y uña. 

La insignificancia antes de Maradona. Con él ganaron dos ligas, una Coppa, una Supercoppa y una Copa de la UEFA en apenas cinco años, de 1985 a 1990. El año pasado llegó la tercera liga, treinta y tres años después. Khvicha Kvaratskhelia y Victor Osimhen han heredado cierta adoración del napolitano, pero nada comparable al Pelusa.

La sirena de la ambulancia no se distingue hasta que está cerca, silenciada entre decenas de pitos que sirven tanto para increpar como para saludar. Es visto como un caos pero el napolitano domina el milímetro. Es, si acaso, un caos controlado. El local vive al día, interiorizado como tiene existir a la falda de uno de los volcanes activos más peligrosos del mundo. Que pregunten en Pompeya. Ese vivir al día, el napolitano lo ha trasladado a la economía, expoliado ayer el sur por el norte y abandonado hoy. Italia se unificó negándose en parte y los sureños (mezcolanza histórica de pueblos viajeros) no olvidan. Merda Juve, se lee en casa rincón. El fútbol como geopolítica, la victoria de los de Spalletti como reivindicación. “Aquí estamos, no fue solo Maradona, siamo figli del Vesubio”.

Dos grupos de niños ya más bien preadolescentes juegan al fútbol en la Piazza del Prebiscito. Amplia y abierta cual verde de estadio. La emprenden a balonazos contra los monumentos a Ferdinando I y Carlo di Borbone. No hay carabinieri o miembro del ejército que los incomode. El fútbol (el calcio, disculpe) goza de patente de corso en la ciudad. Decir que la metrópoli marítima respira fútbol es una obviedad innecesaria. Que la explica culturalmente (y, con ella, identitariamente) ya empieza a insinuar rasgos únicos que bien pueden justificar la visita. 

Es cierto, la primera impresión de Nápoles es negativa. Cuasi seguramente el taxista te ha querido estafar (o lo ha conseguido) y la suciedad en las calles distrae tu iniciática atención. El norte no es, eso queda claro. Ni quiere. “Cabezón, esto me recuerda Argentinos”, dijo Maradona, a los segundos de aterrizar. El 10 interpretó rápido que aquella ciudad y aquel equipo se identificaban con los desheredados, los perseguidos, los marginados. Se sintió como en casa. El napolitano aprende sólo, a menudo en la calle. Nápoles vive un puente cultural tanto con algunas ciudades de España como con Buenos Aires y casi con Argentina entera. Los argentinos son, para ellos, “tanos”, por napolitanos. Hermanos. Hijos de las familias que huyeren a la tierra nueva.  

“Qui ama, non dimentica”, se lee por toda la ciudad. Maradona vive allí, en cada calle. Nápoles no vive el fútbol, vive Maradona. Es mucho más. Es fútbol, por supuesto, pero también es redención, venganza, cultura e identidad. Es superación y contestación. Es “la pelota no se mancha”. Es “el Ron Wood, Keith Richards y Bono del fútbol, todos juntos”. Es la pasión. Es la mano de Dios. 

El Quartieri Spagnoli es un espacio detenido en el tiempo, orgullosamente ochentero porque allí, en ese tiempo y en ese lugar, vive el Pelusa. No pretende engañar. Humildad, edificios hasta el cielo, con la ropa tendida en ventanas y balcones y la fachada por pintar. Maradona por doquier. Los murales son una peregrinación. Pocas camisetas se ven que no sean azzurras. Pino Daniele, Massimo Troisi y Maradona. Música, cine y fútbol. Identidad napolitana. Napule è. 

            A Sorrentino lo salvó el fútbol, lo salvó el Nápoles, lo salvó Maradona. Tanto se le debe. El fútbol nunca fue sólo fútbol. Siempre algo más. Siempre mucho más. Y hay que creer, cuasi como religión. Más si cabe en una ciudad de supersticiones, en esa mezcolanza caprichosa de catolicismo y paganismo. Altares por doquier. San Genaro, por supuesto, pero también Maradona. Per scaramanzia, para tener buena suerte. 

            Hoy, el equipo, ya sin Spalletti, lucha por situarse en posiciones europeas, eliminado en Champions por el Barça. Han perdido intensidad y pegada. No es impedimento para que el napolitano, acostumbrado a perder como está, siga viviendo el fútbol desde la emancipación, y no sólo deportiva. Es una herramienta de empoderamiento, un emblema de desquite y una revancha simbólica. Contra el sometimiento político, económico y geográfico, que a la postre es lo mismo. 

            El poderoso, a pesar de sus múltiples posibilidades de triunfo, nunca digiere bien la victoria del humilde. Por eso del racismo contra el napolitano, canalizado en la cultura popular, también en los estadios de fútbol. “Vesubio, lávalos con el fuego”, les cantan. Racismo norteño. La extrema derecha no es bien recibida en Nápoles. Allí hay orgullo, de barrio, de ciudad. No sólo las placas tectónicas provocan terremotos y erupciones volcánicas, también el fútbol.

El mundo confluye en Catar

Estándar

Decenas de miles de trabajadores foráneos trabajan a destajo con vistas al Mundial de fútbol que el país acogerá en 2022

Carles Senso Doha (Qatar)

En Catar se trabaja las veinticuatro horas del día. Llegan tarde. El mundo les mirará en 2022 por la celebración del Mundial de fútbol y queda mucho por hacer. Es por eso que decenas de miles de trabajadores llegados de países como Nepal, India, Tailandia, Uganda o Kenia se turnan para que la actividad urbanística no pare. El país será otro el año que viene. Ni que decir en dos años cuando por las calles cataríes circulen las principales estrellas del balompié mundial. El 80 % de los actuales residentes en la península son trabajadores llegados de Asia y África. Sí, el 80 %. El país mejora al mismo tiempo que su fútbol. Tanto por lo que hace a su campeonato local como a la selección nacional. Sólo masculina, de momento. «Es muy complicado, por las múltiples características que tiene este país, formar un conjunto de mujeres que pueda ser competitivo», afirma Manu López, un francés que ya lleva una decena de años en la Aspire Academy, el centro de alto rendimiento situado en la capital, Doha, y configurado como la envidia del mundo entero. 

Por pasos. Un región, un país, un deporte, una academia. Catar vive en la actualidad una de las situaciones más críticas de su historia reciente. El bloqueo internacional al que la sometió la vecina Arabia Saudí buscaba mermar el crecimiento de un país que, con el descubrimiento de amplias reservas de petróleo y gas, se convirtió en el nuevo Tío Gilito del panorama mundial. Perderse en las cifras es fácil. El país (a través del llamado The Qatar Investment Authority) invirtió más de 30.000 millones de dólares en acciones y miles de millones más en otros activos. Las cataríes han diversificado sus recursos. La naturaliza puede jugar una mala pasada y permitir que se consuman los 24’3 billones de metros cúbicos de gas o los aproximadamente 15.000 millones de barriles de petróleo con los que cuenta el país pero por entonces los cataríes dominarán medio mundo. 

En un intento por fortalecer amistades, el emir, Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, prometió a Turquía 15.000 millones de dólares de inversión. Ninguna novedad. Más allá de ayudas aportadas directamente a países (o más bien a sus gobiernos), Catar cuenta ya con participaciones relevantes en empresas como Santander Brasil, Barclays, Lagardere, Agricultural Bank of China, Credit Suisse o Volkswagen-Porsche. Sólo en el Reino Unido se han hecho los amos y señores de los renombrados almacenes Harrod´s, de la Canary Wharf (el distrito financiero de Londres donde se cuece buena parte del poder económico británico) o de los supermercados Sainsbury´s, la segunda mayor cadena del país. No hay que olvidar que Catar es minúsculo. La península cuenta con una extensión de 11.000 kilómetros cuadrados. Las comparaciones son odiosas pero la provincia de Huesca tiene 15.000 kilómetros cuadrados. «Estos árabes son muy listos», reflexionan varios españoles que pasean por Doha con un problema de tortícolis de tanto intentar ver el final de los rascacielos. 

Según recordó Plutarco, un aforismo lacedemonio recogía que un día se le preguntó a Alexándridas por qué sus compatriotas, los espartanos, confiaban el cultivo de sus tierras a los esclavos en lugar de reservarse para sí esa actividad. La respuesta fue: «Porque preferimos ocuparnos de nosotros mismos». Para disponer de ese lujo hace falta riqueza monetaria, estatus social y, en la época contemporánea, una nacionalidad determinada. Los qatarís lo tienen todo. Son las 13:17 horas de un día cualquiera de octubre y por las calles de Doha se viven 35 grados. Un paseo se convierte en un reto. Lo saben los cataríes, que desaparecen con el sol y sólo disfrutan de la ciudad con el ocaso. De repente, una de las principales vías de la ciudad se vacía y los policías incluso detienen el paso de los peatones. Uno no sabe qué pensar. A los cinco minutos, empieza un desfile de lujosos vehículos blindados y con los cristales oscurecidos. La comitiva se compone de unos diez coches. Aunque no se sepa de motor, uno sabe que nunca podrá pagar similar carruaje. Seguramente serán miembros del gobierno, quizá el emir. Si es que el máximo dirigente del país osa a subir en un vehículo que no sea aéreo. Después, la actividad se reprende en aquellas calles dominadas por el asfalto y el hormigón. 

Por el paseo marítimo, unos trabajadores de países múltiples (todos ellos subdesarrollados a nivel económico) embellecen el suelo, prácticamente con cepillos de dientes. Es un trabajo hercúleo. Lo hacen de forma pausada, sin aspavientos. Es complicado pensar que se puede trabajar bajo esas condiciones climáticas si no es acompañado de la tranquilidad y la gestión de los recursos físicos. Algunos cataríes los observan desde sus vehículos, que siguen encendidos a pesar de estar parados. Así mantienen el aire acondicionado en marcha. El contraste climático puede llegar a los veinte grados. Uno necesita abrigarse cuando entra en un hotel o un centro comercial, en el que existen incluso pistas de patinaje sobre hielo. Catar parece un país de cartón-piedra, un escenario de Hollywood. Pero lo cierto es que es real. Y el discurso que funciona crea realidad. Debe ser interpretado con seriedad. 

¿Hablamos de fútbol? 

En la Academia Aspire (y por lo tanto en la Federación de Fútbol de Catar) nada es fortuito. El control es máximo, superlativo. En el país asiático los futbolistas no nacen, se hacen. Dada la escasa población autóctona y las dificultades que se encuentran para nacionalizar a jugadores de otros países, en la federación pérsica no pueden esperar a que aparezca de la nada un fuera de serie que cambie la marcha del fútbol patrio. Es la razón por la que han depositado billetes a camiones. Las instalaciones con las que cuentan los jóvenes qatarís son inigualables. Nadie en el mundo las tiene, por lo que su proceso de formación se acelera. En pocos años ya están entre los cien mejores en un ranking mundial con más de 210 selecciones. Y eso que algunas selecciones llevan ya muchas décadas compitiendo y sólo la repetición de un acto asegura el éxito. 

Evidentemente queda mucho por hacer y la participación en el Mundial será clave. Para ascender posiciones de forma automática y para evaluar el nivel real del fútbol catarí precisan de choques a nivel mundial y también para ello invierten altas cantidades de dinero para encontrar los mejores escaparates. Bien lo saben en la federación del Golfo Pérsico, que desde hace años aceleraron su participación en competiciones internacionales que les enfrentan a las principales escuadras. Este es el caso del COTIF de l’Alcúdia, un campeonato con más de tres décadas de historia en el que Catar ya es un asiduo. De hecho, es una de las selecciones que más ha participado en la última década, con resultados sorprendentes como su empate de hace tres años ante una Brasil que contaba con jugadores como Nathan, Gerson, Gabriel Barbosa o Danilo Barbosa. Una  canarinha que acabaría siendo campeona del torneo valenciano. Sin embargo, las garras del régimen catarí se expanden por el mundo entero. También por lo que hace a las ligas de otros países. En 2012 adquirieron el KAS Eupen de la segunda división de Bélgica con el objetivo de ir introduciendo allí a los jóvenes de la Academia Aspire y formarlos en ligas de primer nivel mundial (si es que el campeonato belga permite dicho calificativo). 

Una visita a las instalaciones de la Aspire sirve para entender rápidamente la intención del emir de situar el deporte y, exactamente el fútbol, en la nueva religión. En algunos países sudamericanos el fútbol acabó desarrollando, según acuñó Julianne Müller un ‘cristianismo muscular’, mediante el cual el cultivo del cuerpo fue un mecanismo para conseguir no sólo la fe cristiana sino también la rectitud moral, la pureza racial o la masculinidad, en una doctrina que nació en los colegios de élite ingleses a partir de medios del siglo XIX. Ese colonialismo ‘religioso’ fue divulgado también en países de África, Asia o el Caribe pero no caló en la sociedad europea, quizá hasta la actualidad, en la que ya algunos futbolistas son considerados seres venerables. El gobierno catarí está convencido que esa práctica religiosa ‘muscular’ permite acceder a la ciudadanía, tanto en su concepción de pueblo como en su acepción de estatus para ser respetado en una sociedad. El fútbol tiene hoy en Catar una intencionalidad político-cultural. 

La Aspire Academy está formada por siete terrenos de juego al aire libre pero lo realmente sorprendente es el denominado Aspire Dome, que supone una instalación envidiada. De hecho, hasta allí se desplazan plantillas de los principales clubes de Europa para depurar sus preparaciones. Hay posibilidad de trabajar allí los procesos cognitivos relacionados con la percepción, la toma de decisiones y habilidades de ejecución de un jugador. Nada, absolutamente nada, queda sin análisis. Xavi Hernández definió las instalaciones de la federación catarí como la NASA del deporte. La Aspire trabaja en la segunda planta. Reproducen en ella, prácticamente, el mismo complejo que disfrutan los jugadores de las diferentes selecciones en la planta baja. Entrenadores de todo el mundo preparan a los futbolistas de los escasos diecisiete clubes del país entresemana y el viernes y sábado pasan a sus equipos para la disputa del campeonato local. Los mejores son seleccionados para el conjunto nacional. La Aspire entronca a los clubes y a la federación. Todo los costea el gobierno porque el deporte y especialmente el fútbol desata la pasión del emir Tamim bin Hamad Al Thani. Se comparan con Islandia por número de habitantes y creen que, si siguen por el camino de la inversión, pueden conseguir éxitos impensables hace una década. 

La Aspire es ya una Torre de Babel futbolística. Hay entrenadores de todo el globo pero, sobre todo, españoles. Y es que Catar ama el fútbol de  La Roja. Se cree que no fue una campeona del mundo al uso, sino que introdujo un modelo futbolístico que transformó el balompié. Guardiola como dios. Así lo transmite López, que, pese a ser galo, no ve que el cetro francés se acabe convirtiendo en un legado como el reportado por la España de Aragonés o Del Bosque. En 2019, la selección de Catar, entrenada por el español Félix Sánchez Bas, logró su primer gran título internacional venciendo a Japón (1-3) en la final de la Copa Asia que se disputó en Emiratos Árabes Unidos. El método español ideado por Roberto Olave dio éxitos antes de lo esperado con un combinado catarí compuesto por once jugadores con menos de veintidós años. 

También en la Aspire se cuece una filosofía propia que engarza a todos los conjuntos de la federación y también a los clubes. Un modelo de juego basado en la posesión y el juego ofensivo, que se nutre de las mil vicisitudes mundiales pero que respeta las particularidades de un país muy característico. Tampoco eso queda al libre albedrío. En la Aspire se cuenta con un sociólogo. Sí, con un sociólogo. Se llama Juan Pablo Morales y es chileno. Intenta que los jugadores interioricen las nociones que hasta allí han trasladado los técnicos internacionales pero también «educa» a los entrenadores para que entiendan que el fútbol no siempre es matemático y que las ciencias sociales juegan un papel crucial. Los entrenamientos se detienen con el rezo. Y no hay debate.

Cuando todos son víctimas, nadie lo es

Estándar

Decía la filósofa Hannah Arendt que: “Donde todos son culpables nadie lo es. La culpa, a diferencia de la responsabilidad, siempre selecciona; es estrictamente personal. Se refiere a un acto, no a intenciones o potencialidades”. Al observar las confrontaciones acaecidas en el homenaje a las víctimas de los atentados de Barcelona, en el que se encararon diferentes independentistas con familiares de personas fallecidas recordé dicha aseveración de la filósofa alemana y pensé “donde todos son víctimas, nadie lo es”. Quizá sí puede existir un pueblo víctima, dado los exterminios generalizados que, desgraciadamente, llegaron a miles y millones de representantes de una misma comunidad. Se lo preguntaré a mi filósofo actual de cabecera, Agustín Zaragoza. Pero asumir la arrogancia suficiente para cargarse de razón y verse con la autoridad de matizar media palabra de una persona que ha perdido un ser querido por sentirse víctima de la represión del Estado español quizá (sólo quizá, las certezas parecen haberse diluido) es un poco excesivo. 

Continuar leyendo

Impotencia por el incivismo en Antella

Estándar

Antella. L’Assut. El ayuntamiento, impotente. Los vecinos y vecinas, entre indignados y resignados. También un poco cabreados. Acostumbrados a quedarse sin paraje cuando llega el verano. No ya por la llegada de turistas, sino por el desembarco de maleducados. De incívicos e irresponsables. Los visitantes no molestan, incluso dan vida a un pueblo desgraciadamente decadente a nivel demográfico. En cambio, los maleducados son insoportables. Crecidos por la búsqueda de fiesta, insufribles. 

Un vehículo que no cesa en su intención de aparcar tan cerca como sea posible de la orilla y que agrede a la naturaleza a cambio de comodidad dominguera. Una familia que ocupa un lugar privilegiado y deposita los desechos debajo de la mesa mientras allí disfruta de la jornada, para también allí dejarlo cuando deciden marchar sin haber generado impacto económico alguno. Bueno, sí, negativo. Porque el Ayuntamiento de Antella se ve obligado a contratar todos los veranos a numerosos operarios para limpiar todos los días los cientos de kilos de basura que dejan los visitantes. Una localidad de escasos recursos por ser pocos los habitantes empadronados. 

Continuar leyendo

«Identidad migrante»: Voces contra el racismo

Estándar

La migración habla. Grita, protesta. Contra la discriminación, contra el racismo. Contra la trata de personas, contra la ablación de las niñas, contra la homofobia, contra las violaciones, contra la violencia estructural. Habla Nigeria, Colombia, Afganistán. Protesta Palestina, Mali, Marruecos, el Sáhara… Reflexionan Tetrit, José, Vivian, Yolanda, Rawaa, Áurea… Y muchos y muchas más. Les sirven de cómplices, en primera instancia, los periodistas Carles Senso y Vicente Tafaner, con una dilatada experiencia tanto en el mundo de la comunicación y de la investigación científica como en la ayuda a personas migrantes. Decenas de horas de escucha que fueron altavoz, empatía, implicación. Los beneficios de la venta del libro se dedicarán a la asociación Valencia Acoge. 

Un volumen elaborado a través trece entrevistas que reflexionan, desde el reducido prisma de la vida de cada persona, sobre la situación de los y las migrantes, desde sus países de partida hasta el de llegada. Casos de esclavitud sexual, ablación femenina, homofobia estatal, leyes que obligaban a mujeres violadas a contraer matrimonio con sus agresores, la vida en los campos de refugiados del Líbano o Argelia, la situación de la mujer en Afganistán o la violencia estructural en Colombia. 

Según explica Senso: “La vida nunca es un fragmento. La simplificación mutila el conocimiento y dilapida la empatía. Sin embargo, está este libro plagado de retazos, de vidas diseccionadas, de facciones de un todo. Conscientemente. Es una mirada particular de un mundo concreto. De ese espacio que crea cada uno de los casi ocho mil millones de habitantes de este planeta complejo, disímil y ambivalente. Para entenderlo se precisan guías globales, contextos generales y bagajes históricos. Para comprenderlo se necesitan miradas únicas, voces sinceras y la música de la proximidad. Un ejercicio político, un posicionamiento en un mundo que vive un decaimiento moral, con la propagación de mensajes de odio que enfrentan comunidades y culpan a los perseguidos. Discursos imparables en ámbitos digitales, alimentados por el ego, la salvajada más bravucona y la descontextualización más desinformativa. El relato, aquí, como respuesta. Un altavoz para el silenciado, la acallada o la amordazada. Tomar partido. Hacer que hagan. Permitir que se escuche”. 

Por su parte, Tafaner aduce: “Las personas migrantes no pueden ser reducidas a cifras, a problemas geoestratégicos o a miradas condescendientes cimentadas en la perspectiva occidental y etnocéntrica. Hay que aproximarse a ellos y ellas desde un enfoque y reivindicación de derechos, conociendo sus realidades más próximas y con mirada de género. Y eso sólo es posible desde el conocimiento e interacción con la diversidad, la formación periodística constante y desacomplejada y la concepción de relatos alternativos. La compleja realidad migratoria no es posible trasladarla y traducirla desde las redacciones. Calle. Es necesaria la calle para cotejar la violencia estructural, simbólica y particular que mueve  a las personas, para conocer a los testigos que han sobrevivido y reconstruyen desde la confianza en el cambio, para interactuar con los protagonistas que sólo se sinceran ante la cercanía de la vecindad, para tocar lo que ha sido negado en el lugar de partida, silenciado en el de llegada o quebrado en el interior de cada persona.  La palabra como arma. La conciencia de la escucha frente al letargo oficial y el olvido. Retazos de mundo contra la anestesia colectiva. Voces que claman. Personas que ofrecen. Sociedades a través de mujeres y hombres. Problemas con voz. La mirada de la herencia de la esclavitud. Una frase que es ablación. Un gesto que muestra la trata. Una entonación que protesta por la homofobia. Racismo internacional, discriminación local”. 

Un convoy de esperanza

Estándar

Juan Carlos Teruel no falla con las palabras segundos antes de partir, ya con la latente emoción de quien emprende el ambicioso camino para arrancar un ápice de esperanza del infierno. Elige a Miguel Hernández y cuelga en sus redes sociales un poema del poeta asesinado en la guerra española: “Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes. Tristes. Tristes armas si no son las palabras. Tristes. Tristes. Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes. Tristes”. El bombero de Antella acude a Ucrania y a sus conocidos no les extraña. A nadie. Es un histórico de la ayuda humanitaria, allá donde se precise. El representante de la asociación Bombers pel Món en tierras valencianas no para. Ahora se ha sumado a otros seis bomberos municipales, a cinco forestales y dos enfermeras del hospital La Fe de Valencia y el martes 29 de marzo de madrugada iniciaron los casi 2.600 kilómetros que separan la luz de la ciudad del Turia y la de la gris Cracovia, desde donde coordinaron la ayuda humanitaria desplazada para la población y el material especializado para los bomberos de Kiev. Exactamente desde la localidad polaca de Przemysl, ubicada a catorce kilómetros de la frontera con Ucrania.

Para el bombero de Antella no existe debate cuando de la ayuda humanitaria se trata y, junto a Bombers pel Món, ha estado en infinidad de países latinoamericanos ofreciendo cursos de formación y también involucrado en otros muchos proyectos de desarrollo en otros enclaves como los campos de refugiados saharauis en mitad del desierto. Es un trotamundos pero siempre con la mirada en la ayuda social. Ofrece lo mejor que tiene: su tiempo, su vida. 

Continuar leyendo

En otro sitio y en otro lugar

Estándar

Tomo asiento con las piernas cargadas y la mente saturada. Más cansancio que comodidad de silla. Plástico barato. Espero. Paciente. Veo un cartel de refilón en la puerta de un quiosco. Llama mi atención. Un viaje a Albacete en autobús de lujo. Por la compra de un kilo de embutido, te dan otro. De hecho, se denomina la Excursión del Embutido. Sin charlas, dejan claro. Si quieres compras, sino tranquilo. Y recuerdo. Recuerdo cuando aquello de las charlas itinerantes. Y camino aquellas calles hasta las reuniones, con mi madre. Sin interés por toda aquella parafernalia que ofrecían decorada con mil lazos inútiles. La tecnología llegó a los pueblos a través de aquellas charlatanerías a las que el público acudía por el donativo. Con el único objetivo de conseguir el regalo. Que si una batidora, que si un juego de cuchillos, que si un queso envasado para su conservación, que si cojines más cómodos y confortables. Mi madre y su desvergüenza. Vergüenza quien roba, le espetaba a mi padre. No quien pide trabajo o reclama lo que es suyo. Nada de vergüenza de clase. 

Continuar leyendo

Un amigo en Twitter

Estándar

He hecho un amigo en Twitter con el que no comparto ninguna de mis visiones políticas. Me reconcilia con la humanidad. En una red social caracterizada por el ruido, los insultos y los bloqueos, poder hablar con una persona, dialogar desde la discrepancia e incluso ceder ante la razón supone prácticamente una experiencia inesperada y un bocado de aire saludable. Twitter, así como las otras redes sociales, son cámaras de eco en la que la gente acostumbra a soltar mítines sin oposición y a retroalimentarse de aquellos que les aplauden sin capacidad crítica. Más difícil es encontrar a personas con las que se puede dialogar a pesar de confrontar en las opiniones. Con mi amigo diálogo sobre el proceso de pacificación de Euskadi, sobre la financiación de Podemos o sobre los casos de corrupción de los principales partidos. Tenemos el don, el y yo, de nunca estar de acuerdo en nada pero nos mostramos como dos demócratas dispuestos a perder diez minutos en una conversación con una persona a la que sólo conocemos en el ámbito digital, por el simple hecho de dialogar y de querer crecer con las opiniones opuestas. Simplemente disfrutamos con una conversación democrática. Evidentemente siempre tenemos mejores cosas que hacer que perder el tiempo en unas redes sociales que se han convertido en altavoz de los mensajes de odio, la polarización de la sociedad y que propician la intolerancia, la negación del otro, el miedo y la indiferencia. Pero debemos adueñarnos de nuestra navegación e intentar contar con experiencias saludables que no sigan frustrándonos y provocando la degradación de nuestra salud mental. Gracias amigo M. B. 

El crédito de la política

Estándar

Parte de la sociedad interpreta la política (o más bien, la vida) como hienas destripando carnaza. Alguno se habrá echado sobre el artículo al ver el título. Los ciudadanos pasaron de militar en un partido a hacerlo en un medio de comunicación y ahora a ser fiel seguidor de un perfil de cualquier red social. De pobreza intelectual a pobreza intelectual, pasando por una transición caracterizada por la pobreza intelectual. Los sabios colectivos se difuminan, las lealtades se modifican. Todo parece empobrecerse cuando gritan los ignorantes y se silencia la razón ¿De que sirve una voz afable si solo repite lo peor de los ruines? 

Continuar leyendo

Alberic reclama los restos incinerados de Vicente Vila, asesinado por los nazis y enterrado en Praga

Estándar

Vicente Vila Cuenca nació en Alberic pero está enterrado en el crematorio civil de Strašnice, cerca de Praga. Contra su voluntad. Abandonó la localidad ribereña hace ahora 110 años, nada más y nada menos, pero se trabaja para que pueda volver y poder ser enterrado con dignidad en la localidad que lo vio nacer. Asesinado por los nazis, la suya es una historia de película por múltiples coincidencias y por la valentía innegociable de unos y la cobardía más infame de otros.  El Ayuntamiento de Alberic se ha sumado a la petición de un grupo de familiares e investigadores para que los cuerpos de los españoles que yacen en el cementerio checo vuelvan a sus pueblos. Han pasado más de setenta años desde que fueron asesinados por los nazis en la recta final de la II Guerra Mundial, en su intento por exterminar a sus enemigos políticos.

Sobre Vicente Vila Cuenca se tenía hasta ahora poca información. Nacido el 7 de noviembre de 1900, contaba con dos hermanos más, Arturo y José, y eran hijos de José Vila Duato y Teresa Cuenca Caraset, que vivían en 1901 (como así consta en el censo local) en la Calle Júcar, número 13. Cuatro años después se habían mudado a una casa de la Plaza Mayor y aunque en ella constan allá por 1911, ya desaparecen de los registros en adelante, por lo que se deduce que la familia emigró entera. Cuando la guerra se adueñó de su vida y de la del resto de los españoles, salió al exilio y acabó enclaustrado en el Stalag de Compiègne, al que llegó el 17 de enero de 1944. Su deportación hasta Buchenwald se produjo dos días después y allí recibió el número 41.065. El de Alberic fue desplazado a los centros de exterminio de los nazis junto a los ribereños Juan Belmonte, de Algemesí; y Emilio Corral, de Cullera. Buchenwald fue el campo que mayor presencia de españoles tuvo después de Mauthausen y Dachau. No se construyó allí la cámara de gas hasta enero de 1945 pero el sufrimiento se difundió a través de torturas diarias puesto que, por ejemplo, los perros estaban entrenados para morder los prisioneros si dejaban de trabajar.

Continuar leyendo